Normas de la Urbanidad y Buenos Modales

Hay personas que con su sola presencia siembran alegría y paz porque con su propio ser y su elegancia interior contribuye al bienestar y al bien-ser de los demás. Nuestro comportamiento ha de caracterizarse siempre por una buena educación, por el afán de servir, la elegancia, la cordialidad y la simpatía; cualidades que nacen de la caridad: del amor de Dios y del amor al prójimo.
Las normas de urbanidad son un conjunto de reglas para tener una buena actitud social, pautas que nos ayudan en la convivencia social, comportamientos que regulan o establecen la correcta manifestación del hombre y de su vida de relación con los demás. De un hombre que decidió vivir junto a otros en una urbe (ciudad) y que para normar su interacción las propuso y aceptó consuetudinariamente para poder con y en base a ellas saber relacionarse en armonía y paz con sus vecinos.
La situación actual de estas normas se ha alterado al variar (consciente o inconscientemente) muchos hábitos de vida, entre cuyos causales menciono: las pocas horas de convivencia en el hogar; la presencia de la mujer en el ámbito laboral y por tanto su ausencia del domicilio familiar durante la crianza de los hijos; el modo de relacionarse de los padres para con los hijos; el modo de relacionarse de los abuelos con los nietos; el modo de relacionarse entre los hermanos y amigos; sumando que los miembros de las familias pasan horas y días fuera del domicilio habitual por motivos profesionales; las demasiadas horas diarias dedicadas a estar delante del televisor o de la computadora; que se ha cercenado el dialogo y el conocimiento mutuo desoyendo o ignorando la participación en las ilusiones, ocupaciones y preocupaciones de los componentes de la familia; que la transmisión de la cultura, hábitos e intereses entre los miembros de la familia se restringió a o casi nada, "confiando" la enseñanza de los niños y jóvenes solo a aquella que se imparte en la escuela, más a veces los padres no saben qué es lo que aprendieron sus hijos en el colegio; y un largo etcétera..
A veces se da un proceso que inicia por hacer a un lado los buenos modales, y se manifiesta por el desorden, los gritos y risotadas, la incorrección en el lenguaje, la suciedad y la falta de respeto a los demás. De esto, fácilmente se pasa a la vulgaridad y al uso de palabras hirientes. Y de allí suele resbalarse a la obscenidad, que es la expresión verbal o corporal de lo sexual en forma burlona o provocativa: los chistes, las descripciones eróticas, los albures y los bailes provocativos. En este proceso, la violencia asoma en casi todas sus manifestaciones. "A la humanidad le ha costado mucho salir de la barbarie", dice Lorenzo Servitje, hemos de esforzarnos por no regresar a ella.
La urbanidad
ayuda a que las relaciones entre personas sean más fáciles, más justas y más humanas. Se trata, en definitiva, de comportarse con corrección. Podemos descender a detalles básicos:
a) En el trato con los demás: pedir las cosas "por favor", y dar las gracias ante cualquier servicio; hablar mirando al interlocutor. Si se usa celular y suena cuando se está hablando con una persona, no interrumpir la conversación, o al menos pedir disculpas; saber presentar a las personas: no interrumpir las conversaciones sin necesidad.
b) Comportamiento en la mesa: comer con serenidad, sin ansiedad, sin escoger lo mejor; aprender a coger los cubiertos y a usar la servilleta; esperar a que 2 ó 3 comensales se hayan servido antes de empezar a comer. No es correcto masticar con la boca abierta o hablar con la boca llena, o sorber el agua o la sopa, ni hablar de lo que se está comiendo.
c) Otros detalles: Modo de sentarse; evitar bostezos y, desde luego, cuidar taparse la boca al bostezar, al toser y al estornudar. Evitar lo que pueda disgustar a los demás: gritos o un tono demasiado alto; ruidos al bajar la escalera; evitar bromas que pueden molestar; evitar motes, etc.
d) En el vestir: Hay que evitar llevar la ropa descuidada, el calzado abandonado... Cuánto amor se puede poner en unos zapatos viejos, pero limpios, o en un traje muy usado, pero bien planchado. No se trata de presumir ni de mirarse cada vez que se pase delante de un espejo, sino de estar correctamente vestidos, porque conviene que mostremos la dignidad de la persona humana, también en el porte externo.